miércoles, 24 de marzo de 2010

EN PROSA

EL ALMUERZO PROMETIDO


Tras una acalorada discusión
acerca de quién era el más apto
para hacer el almuerzo hoy,
un aparecido burro se acercó,
diciendo que él era el indicado
para tan importante labor.

–Quítense de allí,
no sólo con un exquisito plato
los voy a deleitar,
sino que,
quien es el mejor en la cocina
les voy a demostrar -

Los demás animales indignados,
con ojos de desconfianza le miraron.
Primero porque no creían
en las habilidades
de este metiche fanfarrón,
y segundo, ¡un burro!
¿qué sabría hacer aquel bocón?.

Mientras ansiosos esperaban
las delicias prometidas no llegaban,
se propusieron descansar
y en el reloj ver el tiempo pasar.

Al rato apareció con una sonrisa
que lo hacía sonrojar.
Todos se pusieron felices,
creyendo que estaba listo el manjar
y preparando las narices
para poder olfatear.

El hambre había aumentado tanto,
que ya todos podían comentar.
Todavía sonriendo dijo:
-No lo van a creer.
Mientras el tomate
y la cebolla iba a coger,
me acordé de un chiste
que los puede contentos mantener.

Y para que puedan ver,
que de egoísta yo nada deseo tener,
quise venir a contarles
para que todos ustedes
se puedan entretener:

-Una vez se encontraban
jugando un tomatico,
una cebollita y un huevito.
Cuando apareció una pera,
al ver al grupo juntito,
esta pregunta les fue a hacer:
-a ver niños,
cuando grandes ¿qué quieren ser?-
El tomatico respondió:
-Yo quiero ser un gran tomatón-
La cebollita respondió:
-Yo quiero ser un gran cebollón-
y el huevito... en llanto rompió.

El mono soltó la carcajada.
La tortuga se preguntaba:
-¿por qué el huevito lloraba?-,
y así cada uno,
el chiste interpretaba.

El Rey León se impacientaba
al no ver resultados
del almuerzo que esperaba
y con un gesto le recordaba
que la cocina lo aguardaba.

Otros veinte minutos pasaban
y el burro señales de vida no daba.
Cuando por fin apareció,
primero la cola
y por último el hocico asomó,
donde a todos reunidos encontró.

Al verlo, el cerdo emocionado
de alegría gritaba:
-¡Viva!, nuestro almuerzo sabrosón
y con el hambre que tengo
me comería cualquier chicharrón-
El perro diciendo le siguió:
-yo me jartaría un perro caliente,
así me queme un diente-
La vaca su alegría acompañó
pidiendo asado un gran pez
en lugar de una carne de res.

El burro con gesto
de alegría les decía:
-No, el almuerzo no está todavía.
Lo que yo quiero es compartir
una adivinanza que de niño aprendí
y todavía mucha gracia
me causa a mí.

A ver si alguno de ustedes se atreve a descubrir:
-blanco es, la gallina lo pone y con sal se come-
La mayoría en coro respondió:
-pues el huevo-
El burro en su pensar
se puso a preguntar:
-¿Cómo tan rápido
lo fueron a adivinar?
Si yo para saber
varios años me vine a tardar-.

El Rey León, más serio aún,
con toda su manada
a la cocina lo mandaba.

Una hora transcurría
y el insolente burro
de nuevo aparecía.

–Ahora sí-
exclamó esperanzado el cocodrilo
-porque mis fauces
hace muchos días
que no prueban ni hilo-

-Cuál ahora sí-,
dijo el burro con cara de enojado,
imitando la voz
del que había hablado.
Si yo he venido a cantarles
unos pequeños versos
que desde la escuela
no he olvidado:

-Ayer en la cocina
mientras la comida preparaba
Una señora muy aseñorada
estas cosas cantaba:

Un exquisito pollo asado
es lo que más anhelaba
La pobre niña gata
que en el espejo se miraba.

Mientras se peinaba...

Y sin que la canción este terminara,
El Rey León se levantaba
y de un fuerte empujón
a la cocina lo enviaba,
con un látigo
en sus manos amenazaba
y muy enfurecido
esta frase pronunciaba:

-Si en veinte minutos
tus labores no acabas,
con un castigo ejemplar
al diablo lo mandaba
empezando con veinte nalgadas-

El burro sabía
que aquel felino no charlaba.
Y sereno y confiado,
así le contestaba:

-Tranquilo, “tranqui” mi viejo Rey,
que es con un experto
con el que has tratado,
ya verás que hasta los dedos,
después de esto
te habrás chupado-

Los demás animales
todo tipo de amenazas
también le han lanzado,
y el malgeniado del León
se sintió apoyado.

Lo que no sabían
los hambrientos que esperaban,
era que al burro,
hasta el agua se le quemaba.

-Ahora, ¿qué haré?-
el cocinero pensaba,
y un poco la situación
ya le preocupaba,
-corre peligro mi vida-
y ser el fiambre
de estos animales con hambre
ni en bajada ni en subida.

En los gustos de cada animal
se puso a pensar,
de una vieja revista
se propuso sacar,
todas las fotos
que de los platos
más exquisitos pudo hallar
y que ellos alegremente
podrían admirar,
y sirviéndolas en cada plato
a la sala fue a llevar.

Con asombro todos
han mirado, y rápido,
como el sonido del látigo,
y sin que alguno palabra dijera,
el burro dijo la primera:
-ya regreso con la sobremesa
es que esta olla si pesa-

Se dio media vuelta
y así inició su retirada,
fugándose por la ventana
que a la selva lo llevaba.

Voló libre como el viento
este pobre jumento,
bonachón y fafarachero
nadie más supo su paradero,

Dicen que él sí pensó:
-“más vale que digan:
aquí corrió y no aquí murió”-

1 comentario:

  1. hola profee!!!
    Muchas gracias por el link... super!! sus escritos.. estuvo super divertido y ademas muy reflexivo :D.. le deseo lo mejor de lo mejor... lo recordare siempre
    se cuida muchoo
    byeee

    att:mely falla :)

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